OBJETIVIDAD Y SUBJETIVIDAD EN LA HISTORIA
=A propósito de
los bicentenarios de la independencia
en Perú y Latinoamérica=
La objetividad en la historia es uno de los
puntos neurálgicos de su estructura como sistema articulado de proposiciones sobre las res gestae humanas. La historia, en tanto disciplina que se
construye como ciencia, orienta su actividad
por el ideal de objetividad de modo similar como proceden las ciencias calificadas que cuidan de la validez
de sus conocimientos.
Se entiende que un conocimiento es
objetivo cuando procede
del objeto como su reflejo
específico. Pero el caso es que el
conocimiento no se reduce a un simple
proceso mecánico, donde la relación
sujeto cognoscente-objeto por conocer
es pasiva, sino que en la
medida que la participación del sujeto se torna activa,
entonces se introduce en el proceso una
dosis de subjetividad, por lo que la pretendida objetividad resulta cuestionada.
“El historiador (sujeto cognoscente) es un hombre como cualquier otro y no puede librarse de
sus características humanas -argumenta Schaff-; no está en disposición de pensar sin las categorías
de un lenguaje dado, posee una personalidad
condicionada socialmente en el marco de una realidad histórica concreta, pertenece a una nación, a una clase,
a un medio, a un grupo de profesionales, etc., con todas
las consecuencias que todo
esto implica en el plano de
los estereotipos que acepta (en
general inconsciente), de la cultura de
la que es a la vez creación y creador, etc. Si a esto se agregan
los factores biológicos y psicosomáticos que
constituyen un poderoso agente de diferenciación individual,
obtendremos una gran cantidad
de parámetros que posee una
estructura complicada, cuya resultante define al individuo como sujeto en el proceso de conocimiento”
(Schaff, 1974:341).
El factor subjetivo en el trabajo del
historiador es una realidad evidente.
Se expresa a través de sus juicios
de valor en relación
a la selección
de los materiales de investigación, con
la explicación causal y
la jerarquización de las
causas, con la imaginación histórica
cuando es necesaria en la reconstrucción de los hechos.
Paul Ricoeur, que también se ha ocupado
sobre la objetividad en la Historia, reconoce que esta objetividad “es
incompleta”; que en toda investigación histórica la objetividad va unida con la
subjetividad, y que en todo caso hay que
distinguir la “buena subjetividad” de la
“mala subjetividad”, siendo la primera aquella en la que el historiador cuida
de no caer en una interpretación bajo el dominio del rencor o por la seducción
del silencio cómplice; la segunda, obviamente, es lo contrario (Ricouer, 1990: 24
y ss)
En el Perú
contemporáneo los enfoques
históricos liberal, critico e
indigenista están atravesados de subjetividad;
vale decir impregnados “de los condicionantes sociales y
de la circunstancia personal del
historiador”(Burga:1993). De manera que la
objetividad pura del
conocimiento histórico o la
llamada “imparcialidad” del
historiador, no es más que simple ficción. No obstante, el principio de
objetividad debe seguir
orientando el trabajo
por que representa la intención científica de la
historia.
El problema, entonces, no es la eliminación
de la subjetividad, porque se estaría ante el supuesto de un conocimiento ahumano
o sobrehumano, lo
que también es otra ficción. El
problema es reducir la acción deformadora de la subjetividad, empezando como
bien señala Schaff, por
tomar conciencia de
su naturaleza y de
su acción “Cuanto más conozcamos los
contenidos y las modalidades de la intervención del sujeto en
el conocimiento, mejor conoceremos cuantitativa
y cualitativamente las
propiedades del objeto. Nuestra situación
es análoga a la del físico que,
al conocer las interferencias entre
el objeto físico
que se va a
medir, y el instrumento de medición, puede introducir las
correcciones que se imponen, eliminando o reduciendo los errores al mínimo” (Schaff,
1994: 345).
El sujeto cognoscente-historiador para
superar la acción
deformadora del factor subjetivo, debe asumir una actitud
autocritica de las limitaciones de su propio conocimiento, como
también de los condicionamientos sociales a los que está expuesto.
Asimismo debe asumir una actitud de
superación de tales limitaciones
y condicionamientos, lo que
implica no una abstracción o separación del sujeto sino una
ubicación participante en el contexto en cuestión.
Sabemos
que el sujeto
cognoscente es un
ser social que no puede ubicarse por encima de la sociedad
“a riesgo” de dejar de ser hombre. El sujeto cognoscente como componente de la sociedad,
tiene que asumir la responsabilidad
social que le corresponde. Se entiende que
en sociedades conflictivas
como la nuestra, la responsabilidad debe ser por la superación de
los problemas que
afectan a la
sociedad ubicándose al lado de
quienes apuestan por el cambio y el progreso social.
En este sentido frente a la actitud critica
que el sujeto historiador asume para reducir la acción deformadora de la
subjetividad, Adam Schaff plantea la necesidad de una toma de posición
de clase y un espíritu de partido como actitud complementaria, en tanto
advierte que en una sociedad de clases,
como la capitalista, el conocimiento se halla sujeto necesariamente a un
acondicionamiento de clase. Obviamente
que en la sociedad de clases de
tipo capitalista -ahora
globalizada- Schaff asume marxistamente la decisión por los
intereses de la clase trabajadora o
clase revolucionaria. De allí que enfatice: “El condicionamiento por los
intereses de la clase revolucionaria no conduce a las deformaciones
conservadoras; subtiende, por el contrario, una
actitud abierta al progreso
social y al cambio”.
(Schaff, 1974: 356).
Argumentos a favor de la posición de
clase en
la investigación son los que
también Topolsky nos alcanza, cuando
afirma que tal posición puede generar efectos positivos o negativos. Se entiende en tanto cuál
sea el carácter del rol que se
desempeñe. “Por eso no basta decir
que la posición
social de uno
afecta a los
resultados de la
investigación. Tenemos que averiguar si el investigador (como miembro de
una clase concreta está interesado en
descubrir la verdad o en ocultarla” (Topolsky, 1983: 265).
Concluyendo,
para superar la
subjetividad y avanzar
en objetividad, el
sujeto cognoscente-historiador,
debe operar necesariamente con
dos directrices que se
complementan:
Primero, postular con autocríticas el
perfeccionamiento del conocimiento
histórico entendido como resultado de un
trabajo social en proyección,
abierto, para hacerlo más íntegro, superior, lo
que equivale a una dirección
universal supra temporal.
Segundo, asumir
la posición de
la clase abierta
al progreso y al
cambio, lo que equivale a seguir una dirección histórica ligada a
un sistema de relaciones
sociales del más amplio beneficio colectivo.
……………
Burga,
Manuel. Para que aprender historia en el
Perú. Derrama Magisterial.Lima,1993
Ricouer, Paúl. Historia y verdad, Madrid. Ediciones Encuentro,1990.
Schaff, Adam. Historia y
Verdad. Grijalbo. México, 1974.
Topolsky. Jerzy. Metodología de
la historia. Editorial Cátedra. Madrid, 1985.