jueves, 12 de julio de 2012


OBJETIVIDAD Y SUBJETIVIDAD EN LA HISTORIA

=A propósito de los bicentenarios de la independencia 
en Perú y Latinoamérica=

La objetividad en la historia es uno de los puntos neurálgicos de su estructura como sistema articulado de  proposiciones sobre las res gestae humanas. La historia, en tanto disciplina que se construye como ciencia,  orienta su  actividad  por el ideal de objetividad de modo similar como proceden las  ciencias calificadas que cuidan de la validez de sus conocimientos.

Se entiende que un conocimiento es objetivo  cuando  procede  del objeto  como su reflejo específico. Pero  el caso es que el conocimiento no se reduce a un simple   proceso mecánico, donde la relación  sujeto  cognoscente-objeto  por conocer  es pasiva,  sino  que en la  medida  que la  participación del sujeto se torna activa, entonces se introduce en el  proceso una dosis de  subjetividad,  por lo que la pretendida objetividad  resulta cuestionada.

“El historiador (sujeto cognoscente)  es un hombre como  cualquier otro y no puede librarse  de  sus   características  humanas -argumenta Schaff-; no está  en disposición de pensar sin las categorías de un lenguaje dado, posee una personalidad  condicionada socialmente en el marco de una realidad histórica concreta,   pertenece a una nación,  a una clase,  a un medio,  a un  grupo de profesionales, etc., con  todas  las consecuencias que  todo esto  implica en el  plano de  los estereotipos  que acepta (en general inconsciente),  de la cultura de la que es a la vez creación y creador, etc. Si a esto se  agregan  los factores  biológicos  y psicosomáticos  que  constituyen  un poderoso  agente de diferenciación  individual,  obtendremos  una  gran cantidad  de  parámetros que posee una estructura complicada, cuya resultante define al individuo  como sujeto en el proceso de conocimiento” (Schaff, 1974:341).

El factor subjetivo en el trabajo del historiador es una realidad  evidente. Se  expresa a   través de sus   juicios  de valor  en  relación  a  la  selección  de  los  materiales de investigación,  con  la  explicación  causal y  la jerarquización  de  las  causas, con la imaginación   histórica cuando es necesaria en la reconstrucción de los hechos.

Paul Ricoeur, que también se ha ocupado sobre la objetividad en la Historia, reconoce que esta objetividad “es incompleta”; que en toda investigación histórica la objetividad va unida con la subjetividad, y que en todo caso  hay que distinguir la  “buena subjetividad” de la “mala subjetividad”, siendo la primera aquella en la que el historiador cuida de no caer en una interpretación bajo el dominio del rencor o por la seducción del silencio cómplice; la segunda, obviamente, es lo contrario (Ricouer, 1990: 24 y ss)  

En el Perú   contemporáneo  los  enfoques  históricos  liberal, critico e indigenista están atravesados de subjetividad;  vale  decir  impregnados “de los condicionantes sociales  y  de  la  circunstancia personal del historiador”(Burga:1993). De manera que la  objetividad   pura   del  conocimiento  histórico o  la   llamada  “imparcialidad” del historiador, no es más que simple ficción. No obstante, el principio  de  objetividad  debe  seguir  orientando  el  trabajo  por  que  representa la intención científica de la historia.
El problema, entonces, no es la eliminación de la subjetividad, porque se estaría ante el supuesto de un conocimiento  ahumano  o  sobrehumano,  lo  que  también es otra ficción. El problema es reducir la acción deformadora de la subjetividad, empezando como bien señala  Schaff,  por  tomar  conciencia  de  su  naturaleza  y  de su acción “Cuanto más conozcamos  los contenidos y  las  modalidades de la intervención del sujeto en el conocimiento, mejor  conoceremos  cuantitativa  y  cualitativamente las propiedades del objeto.  Nuestra situación es análoga a la  del  físico que,  al conocer las  interferencias  entre  el  objeto  físico  que se  va  a  medir,  y  el  instrumento  de medición, puede introducir las correcciones que se imponen, eliminando o reduciendo los errores al mínimo” (Schaff, 1994: 345).

El sujeto cognoscente-historiador  para  superar  la  acción  deformadora  del   factor subjetivo, debe asumir una actitud autocritica de las limitaciones de su propio conocimiento,  como  también de los condicionamientos sociales a los que está expuesto. Asimismo debe asumir una actitud de  superación de  tales limitaciones y condicionamientos,  lo  que   implica no  una  abstracción o separación del sujeto sino una ubicación participante en el contexto en cuestión.

Sabemos  que  el  sujeto  cognoscente  es   un   ser social que no puede   ubicarse   por encima de la  sociedad  “a riesgo”  de  dejar de ser hombre. El sujeto  cognoscente como componente de la sociedad, tiene que asumir la responsabilidad  social que   le corresponde. Se entiende  que  en  sociedades  conflictivas   como la nuestra, la responsabilidad debe ser por la superación  de   los  problemas  que  afectan  a  la  sociedad ubicándose al lado  de quienes apuestan por el cambio y el progreso social.

En este sentido frente a la actitud critica que el sujeto historiador asume para reducir la acción deformadora de la subjetividad,  Adam Schaff  plantea la necesidad de una toma de posición de clase y un espíritu  de  partido como actitud complementaria, en tanto advierte que en una sociedad de clases,  como la capitalista, el conocimiento se halla sujeto necesariamente a un acondicionamiento de clase. Obviamente  que en la sociedad de clases de  tipo  capitalista -ahora globalizada- Schaff asume marxistamente la decisión por  los  intereses de la clase trabajadora o  clase revolucionaria. De allí que enfatice: “El condicionamiento por los intereses de la clase revolucionaria no conduce a las deformaciones conservadoras; subtiende, por el contrario, una  actitud  abierta  al  progreso  social  y  al cambio”.  (Schaff,  1974: 356).

Argumentos a favor de la posición de clase  en  la  investigación son los que también Topolsky nos alcanza,  cuando afirma que tal posición puede generar efectos positivos o negativos.  Se entiende en  tanto cuál  sea  el carácter del rol que se desempeñe. “Por eso no basta decir  que  la  posición  social  de  uno  afecta  a  los  resultados  de  la  investigación. Tenemos que averiguar si el investigador (como miembro de una clase concreta  está interesado en descubrir la verdad o en ocultarla” (Topolsky, 1983: 265). 

Concluyendo,  para  superar  la  subjetividad  y   avanzar  en   objetividad,  el  sujeto cognoscente-historiador,  debe  operar  necesariamente  con  dos  directrices  que  se complementan:
Primero, postular con autocríticas el perfeccionamiento  del  conocimiento  histórico entendido como resultado de un  trabajo social  en proyección, abierto,  para hacerlo más  íntegro, superior,  lo  que  equivale a una dirección universal  supra temporal.
Segundo,  asumir  la  posición  de  la  clase  abierta  al  progreso  y  al cambio, lo que equivale a seguir una dirección histórica  ligada a  un sistema  de  relaciones  sociales  del  más amplio beneficio colectivo.
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Burga, Manuel. Para que aprender historia en el Perú. Derrama Magisterial.Lima,1993
Ricouer, Paúl. Historia y verdad, Madrid. Ediciones Encuentro,1990.
Schaff, Adam. Historia y Verdad. Grijalbo. México, 1974.
Topolsky. Jerzy. Metodología de la historia. Editorial Cátedra. Madrid, 1985.