La identidad es el conjunto de rasgos que diferencian al sujeto o a la colectividad respecto a los demás. La identidad es ese algo que somos y que vamos siendo a partir de la interacción con los otros significativos y con el contexto, lo que implica el conocimiento de nuestro origen y pertenencia; asimismo el compartir nuestra historia, tradiciones, creencias, símbolos, valores, y modos de comportamiento. Sólo en relación a la interacción con los otros significativos es que las diferencias y características individuales adquieren valor y se comportan como un soporte para la interacción social en general.
Como fenómeno individual, la identidad es la subjetividad que nos hace diferentes de los otros, aun sabiendo que nos parecemos a esos otros que nos rodean. Como fenómeno social, la identidad posibilita la integración de sujetos y colectivos de sujetos afines sobre la base de intereses culturales comunes, lo que deviene en la formación de identidades grupales, nacionales y supranacionales.
Se distingue diversos tipos o modalidades de identidades: personal, sexual, grupal, institucional, religiosa, político-partidaria, clasista, regional, nacional, cultural, entre otros. Tales identidades, como diferenciación del sujeto o colectivo de sujetos respecto a los otros, pueden ser fuertes o débiles. Serán fuertes cuando hay autonomía y pertenencia claramente definidas; serán débiles cuando carentes de reparos sucumben ante las influencias de los otros, por ejemplo el sometimiento a la imposición de las empresas transnacionales, o la rápida asimilación del “dejo” de un habla extranjera.
Lo anterior nos lleva a puntualizar que la identidad no es algo estático ni inmutable, ni algo que se adquiere “de una sola vez y para siempre”; sino que es un ente maleable, manipulable y cambiante. La identidad se forma en la cotidianeidad del contexto de la realidad, momento a momento. Somos y no somos, nada permanece igual; lo concreto es que vamos siendo en la realidad que es dialéctica, como que todo lo que acontece en ella también lo es. Entonces dialécticamente la identidad se genera y se proyecta en un contexto dinámico, contradictorio y cambiante; se relaciona con los demás entes y entra en contradicciones, las que resuelve sintetizando. Así la identidad aparece renovada, pero sus relaciones con los otros significativos la llevarán a nuevas contradicciones, nueva síntesis, renovación, y así sucesivamente.
Aquí, en la construcción de la identidad, lo fundamental es determinar quién la construye y cómo, es decir el sujeto bajo qué condiciones y modalidades; asimismo por qué y para qué la construye, lo que implica precisar sus motivaciones, intereses, compromisos y fines en el contexto o trascendiendo el contexto.
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